jueves, 6 de marzo de 2014

La verdadera realidad de compartir piso con colegas


  • “¡Dejad de controlarme!”
  • “¿Cómo que qué es esto que está en mi habitación? Pues un condón, claro” 
  • “Ah, ¿que no puedo traer a mis ligues a casa?” 
  • “¡Te he dicho mil veces que no utilices mi ordenador!” 
  • “No, no sé a qué hora llegué ayer, ¿qué mas da?” 
  • “¿Que me levante ya? ¡Pero si solo son las 12.00!”... 
Todos hemos dicho estas frases que han acabado con la contestación más típica de los padres de este hemisferio y parte del otro: “Mientras estés bajo mi techo, harás lo que se te diga”.

"Mientras estés bajo este techo... ¡VUELVE AQUÍ!"

Pues adiós. Me voy. Me voy con mis colegas, y a vivir. Al principio, ilusión, nervios, planes de futuro y tu mente frenética pensando en lo molón que va a ser. Al final, agotamiento, cansancio, broncas... Y batacazo contra el suelo.

Welcome to the jungle.




1. APOQUINA

Tu padre leyendo facturas

Tú leyendo facturas
¡Mierda! Tienes que pagar el piso. Con un poco de suerte tendrás curro. Pero entonces caerás en la cuenta de que, oh, ¡sorpresa! Si pagas el piso, gastos y comida no te queda dinero para salir... ¿A que mola la “libertad”?

2. SALES MENOS

Por suerte para ti, chico-del-montón-que-aspira-a-ser-un-vividor-follador, todo el mundo está en crisis. Pero por desgracia para ti, todo el mundo que está en crisis acaba en tu casa. Partidas de Play hasta las mil (¡nunca pensaste que te ibas a cansar de ella!), botellones incansables hasta quedar dormidos en el sofá (algunos en el suelo, tonto el último), partidas de póker donde pierdes siempre (te despluman hasta en tu casa)...

Y otras cosas peores, en tu propia casa

3. LAS FIESTAS, EN TU CASA


El día de la fiesta
Tú, el día de después de la fiesta

…Y fiestas, muchas fiestas, que “mi casa es tu casa”. ¿Al día siguiente? Te han atracado la nevera con la compra del mes, tu sofá está chinado, alguien está durmiendo en el fregadero, huele como si ocho trolls hubieran cenado queso cabrales y tu lavabo está potado. Las dos primeras juergas molaron. La tercera tenía un pase. La cuarta la recuerdas con cariño. A la quinta te quieres suicidar.

4. Tus colegas son un pelín guarros

Vale, mas que un pelín

Les quieres, ¿vale? Pero son unos cerdos de primer nivel (tú también seguramente lo seas, aunque te veas muy limpio). La última vez que se limpió la cocina fue en Navidad y porque venían chicas, y hay cosas en la nevera que alguna vez fueron comestibles, pero ya no aciertas a adivinar de qué se trata. Pero tú, ¿limpiar la mierda de los demás? Eso jamás. Y así, sin ceder, llegas hasta donde nunca pensabas llegar, es decir: a cagar sin apoyarte en la taza del váter.

Expectativa


Realidad

Hasta que limpias, claro. Y entonces te cabreas más, porque te sientes muy pringao.

Y si vas a limpiar, aprovecha tus recursos.



5. ¡SORPRESA! HAY QUE HACER “LAS COSAS DE CASA”

Puede que la gente que te conozca de toda la vida te diga que desde que te has ido de casa tienes peor aspecto. Normal: tienes que comprar, cocinar, hacer la colada, limpiar... ¿Pero cómo se lo montaba tu madre? En fin, el caso es que nunca más irás con esa camisa tan bien planchada, nunca más dormirás en esas sábanas tan esponjosas (de hecho, casi nunca te harás la cama), nunca más usarás toallas que no huelan a humedad y nunca te comerás esa tortillita con la receta de tu abuela que es como comerse un pedazo de cielo. C'est la vie.


Aprenderás a cocinar algunas cosas básicas y a no descartarlas si se caen ligeramente al suelo... Si no se han pisado, ¡comestibles! 

6. Tus padres no pisarán el piso

Tu reacción cuando ves por la mirilla que es tu madre la que llama a la puerta.

Ese es uno de los grandes mandamientos, grábatelo a fuego. Tienes que dar largas a tus padres cada vez que quieran ir a verte, porque no pueden ver que tu vida emancipado es un auténtico desastre. Los domingos comerás paella con ellos (pasarás toda la semana recordando esa comida) y les hablarás de lo bien que te va la vida, lo mucho que trabajas y lo cansado que llegas a casa después de trabajar tantísimo. ¡Eres tan autosuficiente!

7. CREES QUE PILLARÁS MÁS, PERO NO

Pobre infeliz. Te creías que yéndote de casa tendrías un nidito para llevarte a las titis, ¿eh?


Expectativas.
Pero si nunca has pillado, ¿por qué ibas a pillar teniendo casa propia? Eso las tías no lo ven en la discoteca, gilipollas. 

Realidades. Si tienes la suerte de ligar, seguro que algo sale mal... 

8. TU COMPAÑERO DE PISO SE ECHA NOVIA

Ve entrenando para sujetar las velas

Alarma, crisis, intervención. Porque si le dejas a sus anchas, esa mujer dormirá cada día en tu casa (no importaría si pagara un alquiler, ¿eh?), beberá tus cervezas (aunque luego diga que ella no bebe), se duchará con el agua que pagas y encima tendrás que irte a cenar a la habitación porque estará de arrumacos en el sofá con un amigo al que ya no reconoces. ¿Puedo vomitar ya? Por cierto, esto no se aplica si el que te echas novia eres tú, obvio.


9. NADIE TE CUIDA CUANDO ESTÁS ENFERMO


En otras palabras, el caldito, majo, te lo haces tú. ¿O te piensas que tu colega va a venir a ponerte el termómetro? Tiene cosas mejores que hacer como por ejemplo nada. Además, no puedes llamar a tu madre. Recuerda que eres muy autosuficiente, y más importante aún: que no debe pisar el piso.


10. SO... JUST DO IT

Que sí hombre, deja el antidepresivo que acabas de coger tras leerte estos nueve infernales puntos y decídete a vivir con colegas, porque, aunque a veces desespere y parezca una gran bola de estiércol, es lo mejor que vas a hacer en tu puta vida.



Vale más malvivir con colegas que vivir de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos.


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